Nos conocemos hace
tanto tiempo. No nos hacen falta las palabras para comunicarnos. Nos miramos y
lo sabemos todo el uno del otro.
No puedo parar de
enamorarme. Incluso dejo de lado mis miedos y tus errores para estar a tu lado
cada día. Me gusta que me aceptes descalza, en pijama o e incluso en medias y
ojotas los Domingos por la mañana en donde mi voluntad por hacer cualquier cosa
no existe.
Compartimos todas
las mañanas y las noches. No tengo claro en que faceta me gustas mas, cada una
tiene su encanto.
Nos conocemos
desde que tenía un metro de altura. Mis recuerdos se remontan a aquella época en la que mis ojos traspasaron por primera vez el
horizonte de la mesa de la cocina y descubrí que no me tenía que poner de
puntillas para ver por encima de ella.
Cambiamos mucho
pero siempre juntos. Yo crecí en altura y vos también. Las personas con dinero
desmantelaron tus casas antiguas para construir en su lugar mini edificios de
cartón corrugado despojados y minimalistas. Taparon el sol muchas veces y donde
antes vivían 4 ahora lo hacen mínimo 20.
A pesar de que
creces y te modernizas tu esencia, (esa que yo conozco bien), no cambia. La veo
en el almacén de Roberto y de Celia por ejemplo . Ese lugar en el que no hace
tanto tiempo podía comprar panchitas sueltas.
Al que tenes que ir con tiempo porque
medio Florida se junta a chusmear ,a quejarse del país y a hablar de mascotas y
de nietos. El rol de almacenero y cliente no existe.
Todos nos transformamos en Pichi y
Charly al traspasar la puerta corrediza de vidrio. Esa es la forma en la que Roberto nos llama a casi
todos de manera cariñosa. En ocasiones el grado de confianza es tal que
Celia se da el lujo de aconsejarme que comprar y que no dependiendo de cuánto
ella cree que peso. Esta convencida de que me cuida y que a mi me gusta ser
cuidada de esa manera.
Tenes siempre todo lo que necesito. Puedo ir
un sábado a mi ferretería preferida en busca de todos los cosos,cositos y
pitutos que existen y se me ocurrieron comprar para construir o remendar alguna
idea. Todo esto sincroniza perfectamente con mi “búsqueda del tesoro”: Una pallet,
una silla, una mesa o casi cualquier cosa para mi es oro. Aunque muchas veces
te los devuelvo porque no pude hacer nada con todo eso.
Si los lugares
pudieran hablar. La Plaza de Sarmiento y Gral Paz delataría a unos cuantos.
En mi niñez era
sólo un cuadrado de tierra con dos hamacas,una pasarela en medio color azul
escuela y una fuente sin agua. En algún
momento la arreglaron poniéndole juegos de madera, pasto, caminos de piedritas
mesas de cemento para los padres y abuelos tomadores de mate y agua para la
fuente. Hoy en día le llegaron las rejas y la modernidad de los aparatos de
gimnasio amarillos y rojos , la calecita manual, hamacas, juegos didácticos y
asientos de cemento con forma de muelas invertidas. Esa plaza
fue destruida y construida miles de veces pero siempre me refugió al
irme de casa cuando las papas ardían, tomar mate, llorar, estudiar e incluso
llevar mi atril para pintar o dibujar. Antes ir de noche era mucho mas fácil
porque no existían los candados y podíamos llevar guitarras, mates, gargantas
bien y mal afinadas y pasar buenas madrugadas. Hoy en día tengo ganas de saltar
esas rejas para poder hacer todo eso aunque sea una vez mas.
Uno de
mis primeros trabajos fue en la librería de la Calle Sahores que empieza en
Ayacucho y termina en las vías. Es una calle escondida pero con mucha vida.
Omar atiende la librería. Como lo conozco desde los 6 años para mi siempre
midió 4m de altura. Después entendí que efectivamente él es muy alto pero que
en la niñez las distancias y las medias se distorsionan de maneras
inimaginables. Omar no mide cuatro metros sino dos y de igual forma soy como un
bastón a su lado. En la esquina de ese
lugar hay un taller mecánico y un amor platónico de la adolescencia, mas allá
una veterinaria y después no mucho mas
que casas y personas.
Yendo para
Avenida Maipú por Aristóbulo del Valle ( la calle en la que vivo) se encuentra
el centro cultural Tiempos modernos . Es uno de mis lugares en el mundo. No es
grande ni moderno ni perfecto. Tiene las paredes pintadas de colores, muchos
cuadros colgados y fotos. Artículos de
otra época que en algún momento fueron útiles y hoy decoran el lugar como
viejas máquinas de escribir sifones y teléfonos. La luz es cálida, se respira
arte en su interior. Algún que otro comensal a veces se anima a adueñarse del
piano de madera por un rato y musicalizar la velada. Cuando entras te olvidas
del afuera, transmite esa energía de los bares de vacaciones. Uno puede sentir
que del otro lado de la puerta en vez de haber un boulevard y las casas de
siempre te espera una gran playa y un cielo estrellado con luna llena. Asi de
cómodo y relajado se siente uno.